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Recuerdo de una vida pasada
En mi reciente viaje a Egipto, experimenté una conexión profunda con vidas pasadas y superé mi miedo a las profundidades del mar. A través de una vivencia en las pirámides de Giza, pude liberar el trauma de haber sido esclavo en un galeón español y ayudar a las almas atrapadas a encontrar la paz. Ahora, ya no temo sumergirme en las aguas profundas y siento una profunda gratitud por mi viaje de sanación.
Hace unos años atrás estuve con mi familia en una isla de Bocas del Toro, en mi país Panamá haciendo turismo. Ese día fuimos muy temprano a tomar el avión regional que nos llevó a esa hermosa isla del Caribe panameño. Apenas llegamos nos recibieron en ese hermoso Bed and Breakfast que era dirigido por un canadiense muy agradable que nos recibió en su hospedaje.
Recuerdo que al llegar a la isla me sentí muy extraña, con esa sensación de Deja Vú, como si ya hubiese estado allí en algún momento (sé que no en esta vida, pero tal vez en alguna anterior). El perro del hospedaje no se me separaba ni un minuto y nos acompañó todo el tiempo hasta que nos instalamos en una de las cabañas que habíamos reservado como familia. Me sentía muy mareada del viaje y decidí acostarme a descansar un poco. Luego me dormí y tuve un sueño muy vivido. Soñé con un galeón español en altamar que llevaba en la barriga del barco a un grupo de esclavos africanos que estaban atrapados en una especie de jaula humana. En esta jaula los esclavos africanos iban amarrados con grilletes en el cuello, las muñecas y los tobillos. No había ninguna forma de poder escaparse de allí, ni de respirar, ya que los tenían a todos juntos como animales enjaulados.
Yo era parte del grupo, ya que pude comprobar (en el mismo sueño) que yo también llevaba esos grilletes en el cuello, las pulseras, y los pies y tenía esa sensación de agobio de quien no puede respirar muy bien. De repente hubo una tormenta y el buque se hundió. Sentí como la impotencia me llegaba al corazón, ya que por más que intentábamos los que estábamos allí abrir la jaula en la que nos encontrábamos para salir del buque, no era posible. Como consecuencia, recuerdo que sentí como me ahogaba con los otros y vi el barco que se hundía con todos en las profundidades del mar. Dentro de esa desesperación, me desperté y el perro que al principio nos había acompañado a la habitación, seguía allí. Esta vez pegado a la cama, observando todo el tiempo.
Ese sueño vívido me dejó completamente perpleja, no sabía qué pensar, ni tampoco si la pesadilla que acababa de tener era real o no. Lo que sí recuerdo es que mi miedo a la oscuridad y al agua, se acentuaron más.
Desde que tengo memoria nunca había podido dormir con las luces completamente apagadas. También me causaba temor llegar a un lugar completamente oscuro y lo peor era que cuando estaba de vacaciones en la costa y nos disponíamos a bucear o hacer snorkel, tenía dificultades para entrar al mar cuando mis pies no tocaban el fondo. Eso me atemorizaba hasta tal punto de empezar a hiperventilar y perder el sentido de la coordinación, temblar y llorar como si me hubieran hecho algún daño.
Este temor continuó por muchos años. Mis visitas al mar eran ir a la playa y bañarme en la orilla. Todo lo que representara irse más lejos, nadar mar abierto o dejar que las olas me llevasen más allá de lo desconocido, siempre me ha causado mucho terror. Ni siquiera en la piscina me atrevía a entrar sin que mis pies tocaran el suelo. Aprendí a nadar de adulta y también con esa taquicardia en el corazón, sintiendo como que este se me salía del pecho, sólo cuando no sentía el fondo debajo de mis pies.
Fui aceptando esa condición de no poder bucear o hacer snorkel, a pesar de que mi esposo y yo cuando vamos a la costa nos encanta estar en el mar. A él le fascina hacer snorkel y me incentiva siempre de acompañarlo. Aunque siempre que lo intentaba en reiteradas ocasiones sentía la misma angustia e impotencia.
Todo esto cambió después de haber tenido otra vivencia en Egipto, en donde me fueron reveladas algunas vidas pasadas lo cual me hizo comprender el porqué de ciertas fobias que ya he mencionado en este relato.
Hace poco hice un viaje iniciático a Egipto con un grupo de chicas españolas muy lindas, las cuales no conocía con anterioridad. Esta motivación de hacer el viaje a Egipto nació como un llamado interior, ya que en meditaciones se me apareció en varias ocasiones la Maestra Ascendida Isis quien me mostró en visiones que tuve, lugares asombrosos de Egipto y varias vidas pasadas que había tenido en ese país. El deseo de ir a Egipto fue cada día en aumento hasta que emprendí mi búsqueda de vuelos, tours, para poder ver los sitios que se me presentaban en mi tercer ojo.
Sabía que deseaba ir a hacer rituales, meditaciones y estar conmigo misma. Le conté a una amiga mi intención de hacer ese viaje y ella me recomendó a un grupo de chicas españolas que estaban planificando un Viaje Iniciático a Egipto. Cuando localizé a la persona que lo organizaba, ella me dijo: tienes suerte, acaba de quedar una plaza vacía y si la quieres, ¡es tuya!
Me fui a Egipto con un grupo de 15 mujeres. Teníamos 3 guías locales que nos llevaron a un viaje estupendo, en el cual visitamos templos, ruinas, monumentos. Empezamos el viaje en Aswan (que está al sur de Egipto). Recorrimos 3 días enteros el río Nilo. Cada vez que llegábamos a un sitio, alguna de las chicas decía lo que experimentaba espiritualmente en ese lugar y lo que el monumento, la ruina, el templo le desvelaba y las visiones que tenía. Yo no sentí nada, en ninguno de los lugares que visitamos hasta que llegamos a El Cairo y fuimos a las pirámides de Giza.
En Giza me sentí extraña. Fue una sensación parecida como en Bocas del Toro, años atrás. Cuando entramos en la primera pirámide, la pirámide de Kefrén, sentí como que me ahorcaban. No podía respirar, sentí impotencia y tuve que salir y dejar a mi grupo. Una vez fuera me senté y una señora que estaba allí tuvo que calmarme, ya que lloraba desconsoladamente e hiperventilaba. Fue una sensación como cuando están matando a alguien. (en la próxima historia te cuento por qué viví esta experiencia).
Luego de la visita a Kefrén, se nos llevó al hotel y se nos dijo que por la noche iríamos a otra de las pirámides de Giza a visitar la cámara del rey y la reina. Yo no sabía que hacer, ya que después de no haber podido entrar en la primera pirámide, sentía una impotencia muy grande y estaba aterrorizada. Recordemos que las pirámides de Egipto son mausoleos de los faraones. Aquí se enterraban a la familia real con todas sus pertenencias. En realidad, son recintos fúnebres que están construidos en posiciones estratégicas del globo y contienen una energía inmensurable. Estas pirámides están conectadas con todas las demás pirámides que han sido construidas en la tierra y se comunican electromagnéticamente entre sí y con dimensiones y entidades fuera de la tierra.
Mi plexo solar se había cerrado por el terror de la experiencia en Kefrén. Al ver esto, nuestro guía local que es “Sij” nos enseñó una meditación de iniciación de su religión que contenía respiraciones direccionadas a equilibrar los chakras y el área del plexo solar y calmar las emociones. Cuando hice esta meditación, sentí como se desbloqueó esta área de mi abdomen que por la mañana había quedado cerrada como un tapón por el miedo que sentí al entrar en la pirámide.
Por la noche visitamos la pirámide de Keops, allí en la entrada sentí nuevamente mi corazón latir con fuerza, pero pude controlarme mejor que por la mañana en la primera pirámide (en el autobús venía cantando mantras de la kundalini yoga y haciendo meditaciones para enfrentar mi miedo). Luego al entrar a la pirámide, mi grupo me dio mucho respaldo e hicieron una cadena energética tanto delante como detrás de mí con oraciones y mantras, así pude entrar a las tres cámaras angostas de la pirámide sintiéndome protegida. Primero fuimos al sótano de la pirámide, llamado la cámara del rey, bajando unas escaleras tan profundas como en un pozo oscuro, aterrador y siguiendo un camino tan estrecho tanto arriba, como abajo, a los lados, en todas las direcciones. Solo se podía entrar prácticamente arrodillado con una luz que parpadeaba en todo el pasillo y una estrechez, calor y agobio que no nos dejaba respirar. Al llegar al final del pasillo meditamos en círculo. La energía de este lugar era indescriptible.
Una vez que terminamos allí seguimos nuestro recorrido hasta la barriga de la pirámide, esta vez en la cámara de la reina (también con un pasillo angosto y estrecho). En el camino hacia la cámara de la reina no me atrevía a mirar hacia atrás, ya que si lo hacía me volvía la sensación de vacío, estrechez y terror. Estando allí, en el centro había un sarcófago vacío. La guía nos dijo que si deseábamos podíamos acostarnos dentro. Todas accedimos a hacerlo. Algunas chicas en plena meditación comenzaron a hablar en lenguas que no eran ni el español, ni ninguna lengua conocida, era como si estuvieran poseídas por alguna entidad. De todas formas, el ambiente se sentía seguro y no tuve la sensación de estar dentro de energías densas. De seguro te preguntarás, qué tiene que ver esto ahora con el relato del agua, pues lee un poquito más para que lo descubras.
Cuando me tocó a mí entrar al sarcófago, sentí una sensación fuera de este mundo y me alcanzó una visión inesperada. Estaba dentro del galeón español nuevamente, con los grilletes en el cuello, las muñecas y los tobillos. El galeón estaba hundiéndose. Esta vez no sentí miedo como la primera vez. De repente, me vi fuera de la jaula y vi mi yo de esa vida dentro, junto con todas las otras almas de los esclavos que habían desencarnado. Ya sabía lo que tenía que hacer: sin miedo alguno, abrí la jaula y comenzaron a salir todos los espíritus del fondo del mar. Luego llegaron a la orilla de la playa en donde los estaban esperando un grupo de sacerdotes egipcios vestidos con túnicas blancas y tocados en la cabeza. El hombre que había sido yo en esa vida, se me acercó, me dio las gracias, me abrazó, se despidió y todos siguieron hacia el grupo de sacerdotes egipcios, quienes le mostraban el camino al otro lado de la playa. ¡Para mí fue una liberación! Sentí como el miedo abandonaba mi cuerpo y yo recuperaba el control sobre mí.
Cuando llegamos al hotel esa noche, le dije a mi compañera de habitación que apagara todas las luces del cuarto, ya que no necesitaba más iluminación para dormir.
Desde entonces ya no me atemorizan las profundidades del mar y siento que el haber ayudado a esas almas a salir del galeón español era la misión que debía cumplir, por eso tenía que ir a Egipto. Isis ya me había revelado en meditaciones anteriores que algo grande iba a acontecer.
¡Luego de lo sucedido pude descansar y soñé con luz nuevamente!
¿Por qué no pude entrar en la pirámide de Keops? ¡Pues esa es otra historia que deseo contarte en la siguiente entrada del blog!
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