Te enseño cómo he aprendido a hacer el miedo mi aliado

De seguro que al momento de leer estas líneas te preguntarás, qué quiero decir cuando propongo que hagas del miedo tu aliado. El miedo es miedo y no puedo evitar sentirlo, me dirás, ¿cómo lo voy a hacer mi aliado? 

Te cuento que el miedo es una de las 7 emociones básicas universales de todo ser humano, sin distinción de su cultura, color de piel, lengua, religión, inclinación política o sexual. El miedo es tan natural como es natural el aire que respiramos. En la naturaleza animal es indispensable, ya que sin miedo no se conservarían las especies, se moriría de hambre y se viviría de forma temeraria sin respeto ni amor por la vida. Nosotros mismos sentimos miedo por perder nuestros empleos, quedar en la miseria, al terminar una relación de pareja, que descubran nuestros secretos, tenemos miedo a la muerte, a lo que digan los demás, etc. Solo que este miedo es un miedo racional y sentirlo en cierta medida, sin agobio ni obsesión, es normal. 

El miedo al cual me refiero es el miedo patológico que muchos de nosotros alimentamos y se vuelve enfermizo, porque no tiene motivo alguno. Creamos historias en nuestras mentes, sin que estas sean ciertas y nos hacemos la vida más difícil de lo que realmente es. ¡En definitiva, nos da miedo el miedo en sí! Vivimos inmersos en nuestras creencias limitantes y en las creencias limitantes colectivas, sin siquiera parar a pensar un poquito si es eso cierto o no.

Cuando estaba embarazada de 7 meses de mi hijo menor y en el vientre materno le diagnosticaron hidrocefalia, junto con todas las consecuencias que esto conllevaría, sentí un miedo aterrador y no paraba de llorar. Los médicos nos informaron a mi esposo y a mí que podía nacer ciego, sordo, mudo, paralítico, con retraso cognitivo. Mi miedo era por esa criatura que se gestaba en mi vientre, ya que no sabía cómo podía protegerlo cuando naciera y cómo podía hacer que su vida fuera feliz, a pesar de este cuadro aterrador que me pintaban los médicos. Fue entonces cuando mi ginecólogo me sentó a un lado, ya que veía que no dejaba de lamentarme y llorar y me dijo: “señora Broszio, ¿quiere usted a este niño? me refiero, ¿usted lo ama?” Le dije, doctor, naturalmente que lo amo, es mi hijo. Lo amo con todo mi corazón. Entonces él me respondió, bueno, muéstrele a su hijo todo lo que lo ama y haga que él sienta ese amor que usted le profesa. Doctor, pero tengo mucho miedo, ¿qué será de él? El médico me respondió, ¡el amor lo puede todo!, “haga el miedo su aliado y dígale todo lo que siente”, verá que no es tan horrible como se siente en este momento. 

Seguí el consejo del médico, tomé el miedo y lo senté a mi lado y le conté lo que sentía: tengo miedo de que no dejes vivir a mi hijo y tenga una vida desdichada, tengo miedo de no poder protegerlo y darle todo lo que necesita. Luego de esa conversación con mis miedos, me sentí mucho mejor, más segura y fuerte. Mi hijo nació, no sordo ni mudo, sino con retraso cognitivo y con una hemiplejia al lado izquierdo de su cuerpo, que luego fue mejorando con terapias, pero su luz interior era tan fuerte que deslumbraba a quien lo veía. Hoy doy las gracias por esa experiencia maravillosa que tuve, ya que, si no hubiera hecho las paces con mis miedos, no hubiera vivido 6 años de amor incondicional con mi hijo Diego.

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